miércoles, 30 de septiembre de 2009

Salto de obstáculos

He perdido la costumbre de fumar en el balcón por las noches. Uno de los motivos es que como Mr.Donuts cierra a las 23:30, normalmente acabo yendo a leer o a escribir, y aprovechando ese momento el café viene acompañado de algún que otro cigarro. Pero ayer me dio por recordar viejos tiempos, cogí mi cenicero de bolsillo, una cerveza y salí a comprobar el ambiente al balcón del tercer piso.

Como siempre, no importa a qué hora salga a hacerlo, siempre veo a gente por la calle. A las dos de la mañana japoneses en bicicleta, haciendo footing o regresando a sus respectivas casas, pero siempre hay movimiento. En uno de los bares que se ven desde mi posición, una señora mayor lanzaba literalmente sacos de basura a la calle, provocando casi un accidente porque en ese momento pasaba una mujer en bicicleta que instintivamente giró el manillar y casi se come un taxi. Casualmente en ese mismo instante, en otro de esos mismos bares (que después de tanto tiempo no sabría deciros exactamente el horario que siguen) procedían a la misma tarea.

Y es que en mi barrio, la recogida de residuos orgánicos corresponde a los martes, y sábados mientras que lunes se procede a retirar los reciclables y los viernes los que no se pueden quemar.
Pero imagináos pensando con detenimiento la situación en vuestros propios hogares. Resulta que no hay espacio, con lo cual no siempre hay zonas delimitadas por lo general para ir tirando los desperdicios. Tampoco existe un container genérico porque lleváis el reciclaje a pies juntillas. Esta basura no es de una sola persona como yo, sino de la de todos los miembros de la familia, pongamos tres o cuatro personas. ¿Qué resultado tenemos?

Lógicamente malos olores, materia en estado de descomposición y cucarachas pegándose festines hasta que llega el día para la recogida. Ese día todo acabará con el madrugón de las patrullas de limpieza, pero, ¿y la noche anterior, cuando todas esas personas depositan las bolsas en las calles? Algún día si me acuerdo haré fotos para que podáis verlo con vuestros propios ojos. Imaginaros ir de fiesta por Shinjuku y encontraros todas esas vallas improvisadas de restos de cientos de japoneses acumuladas en un mismo lugar (y sin caballos para saltarlas). La visión es penosa. Es cierto que las calles suelen estar impecables el resto de jornadas, algo que me gustaría ver en mi propio país pero, ¿véis correcto el precio a pagar por ser buen ciudadano? Yo desde luego no me quiero ni imaginar qué será de una familia japonesa con todas esas bolsas amontonándose en casa, ya de por sí lo que cuesta tener espacio para vivir.

Bajo mi punto de vista, en vez de construir tantos hoteles, zonas de parking o restaurantes que puedes encontrar en cada manzana, reservaran espacios de residuos donde la gente pudiera seguir reciclando, manteniendo las calles limpias pero sin el sacrificio que supone la higiene tuya o de tu familia, o el espacio que ocupan durante días las bolsas acumuladas.
Pero eso no ocurrirá, porque si habilitan parcelas para este tipo de uso la gente olvidará el control que supone el reciclaje, lo lanzará todo sin distinción y se acabará la sociedad perfecta. Colectivo concienciado con el medio ambiente, pero no con la protección de la salud de los suyos (siempre queda la excusa de los cuervos).

No me extraña que muchos decidan pagar esta frustración con los pobres trabajadores de los conbini (tiendas de 24 horas) que se encuentran muchas veces separando la basura de los ciudadanos que no tienen tanta paciencia como otros.

Eso si, Japón es uno de los países que más mierda exporta a otros territorios vecinos poniendo en jaque al desarrollo sostenible, "colonizando" esas tierras con residuos que ellos mismos no pueden controlar, sobretodo en lo que a electrónica se refiere. Uno de los países más poblados, más contaminados del mundo y menos conscientes del daño que hace al resto del planeta, que no duda en romper tratados medioambientales internacionales pero que en cambio da lecciones de civismo entre, y más allá de sus fronteras.

Y bueno, los eslogans de los que están tan orgullosos, o todas esas mascotas absurdas incluso para un jodido centro comercial, o incluso tanto hablar de lo concienciados que están políticamente y orgullosos del nuevo cambio político. ¿A nadie se le ocurrió pensar qué siguen haciendo los japoneses con las ballenas bajo el gobierno de su nuevo Primer Ministro? Pero supongo que eso no interesa, es más importante poner un cartelito en los autobuses que define a la perfección la sociedad japonesa: "Tokyo 2016: Porque es Japón, podemos" (Me he ido un poco del tema a lo GreenPeace, ¿no? xD)


¡Un abrazo!
Raúl

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