viernes, 4 de septiembre de 2009

Masquerade Ball

Después de cinco meses he podido verla. Me siento tan orgulloso de haber sido testigo del cambio repentino de la expresión común japonesa a la real que mis piernas tiemblan de la emoción. Ha costado lo suyo, pero la sensación ha sido como la que ese científico loco puede sentir cuando ve como su Frankenstein cobra vida, tras tantos meses de espera. Confirmar lo que hasta ahora eran simple suposiciones, sensaciones por otra parte contrastadas a cierto nivel pero sin llegar a poder demostrarlo, que han dejado claro los resultados de mis involuntarias investigaciones.

Era viernes. Por algún extraño motivo necesitaba ser más molesto que los demás porque estaba inexplicablemente nervioso. A lo mejor era alegría por la llegada del fin de semana, pero no lo sé, era una sensación rara como pocas.
El caso es que durante la primera hora, quizá también durante la segunda, me convertí en un chino más y empecé a hablar con todo el mundo, a soltar chistes o comentarios, porque era uno de esos días. Entonces llegó el momento en que uno de mis compañeros tenía que exponer una redacción. Una de esas formas de aprendizaje que dan a la vez rienda suelta a la imaginación de los que han contado con ella alguna vez en su vida o tienen algo que decir. El tema era "Watashi no mirai" (Mi futuro). Por supuesto después de "¿Qué piensas de Japón?", el siguiente asunto a tocar era lo segundo más importante en la vida de todo japonés, y es "¿A que grado de esclavitud te someterás?" o lo que es lo mismo, la previsión de un porvenir que no consista en quedar con gente por internet para un suicidio colectivo. De momento ninguno de los chinos ha dicho lo que realmente piensa hacer, lo cual convierte las exposiciones en graves ofensas a la verdad y la libertad de expresión.

Pero igualmente, aunque a veces necesito distraerme de la rutina de aprendizaje en el instituto, entiendo a diferencia de mis compañeros chinos, que el respeto es algo importante a tener en cuenta. Si un compañero habla frente a veinte o treinta personas lo último que necesita es que nadie preste atención, o peor aún, que la árdua tarea de exponer en público se convierta en un calvario a recordar para ponerse aún más nervioso en las siguientes intervenciones.
Por ese motivo, hacía tiempo que me había acomodado en la silla y estaba calmado; pero mis compañeros no. La falta de respeto, como ya os dije, es algo que los chinos conocen en teoría y práctica, siendo portadores indiscutibles del carné de Descortesía homologado por la Autoescuela Comunista de la República Popular de China.

El nivel de ruído era tan alto que no podía oír ni siquiera lo que yo mismo estaba pensando. Aunque lo último que me esperaba era que la profesora de los viernes sacara el coraje para levantar la voz más que ellos. Me dejó claramente sorprendido, pero lo que más, sin duda, fue el cambio de expresión en su rostro. El error que cometió fue mirarme únicamente a mí...
Entonces, me miré las manos y veía que cambiaban de color. Mejor dicho, recuperaban el latido del ritmo español y había circulación por mis venas. Mis ojos reconocieron el odio. Ese odio universal que nadie puede ocultar durante mucho tiempo. Había llegado el momento en que las máscaras se destapaban, a todos nos llega ese momento. Y eso me despertó de mi letargo. Aquí no sé como he llegado a relajarme tanto y a adaptarme a esa amabilidad japonesa que casi había olvidado mi naturaleza. Es horrible comprobar que al fin y al cabo todos somos iguales.

En ese momento, voy y pregunto, iracundo. "Perdona, ¿me estás mirando a mí?". Y me dice: "¡Es que no paráis de hablar! ¡Hay un compañero que está exponiendo!", me contesta. Mi auténtico yo, entonces suelta: "Primero, me bajas la voz, eso para empezar. Segundo, antes de mirarme como si quisieras asesinarme, comprueba que realmente estuviera hablando. Y tercero, si te piensas que porque soy la única persona que te da los buenos días cuando llega a clase con una sonrisa es que puedes infravalorarme estás muy equivocada".

Y lo peor que puede hacer alguien cuando estás en medio de una discusión por un injusto reproche es que te suelten: "Sumimasen ga..." ("Perdona, pero..."). En ese momento corté lo que estaba a punto de decir: "¿Es que no sabéis decir otra cosa? No me digas 'sumimasen' a mí, reza por tí y perdónate si es que puedes. Porque no es mi culpa, ni la de los chinos que realmente te han hecho sacar tu propia naturaleza, sino que es única y exclusivamente tu culpa y la de todos los profesores de este jodido instituto".
La clase obviamente no sabía lo que hacer, tan sólo seguir disfrutando del morbo de la conversación. Cuando la profesora reacciona, esta vez más calmada, responde: "Pero es que habéis gastado aquí un dinero y debéis aprovecharlo. Después de estos dos años que pasaréis no desearéis decir 'No he aprendido nada de japonés', ¿verdad?". A lo que corregí: "¡Pero no me mires a mí y menos con esa cara! Ah, y te equivocas. Dos años no. En cualquier caso si decidiera quedarme en este país otro año no sería en este instituto".
Lo siguiente para mi sorpresa fue de nuevo el cambio a "modo-japonés" de la profesora. Me irrité tanto que le dije: "¿Por qué ahora te estás riendo? ¿No estamos discutiendo como personas adultas? ¿No estabas enfadada? No puedo creerlo, de verdad". Me puse los cascos para no seguir escuchando más sandeces.

Ahí se acabó la conversación. No supo qué decir porque nadie le había preparado el guión. Si empiezas una batalla no puedes simplemente decir cuando estás en ella: "Ups, vuelvo a por mis armas que se me han olvidado. Ah, y perdona, ¿eh?". Pero supongo que ya había descargado el odio contenido por meses en mí. Es que era eso básicamente, repulsión. No es esa irritación producida por horas de estrés, sino por días, semanas y meses de falta de voluntad que desembocan en "reacciones kamikaze" que no saben como afrontar una vez originadas.

Desde luego por mi parte se acabaron los buenos modales, la adaptación y las buenas caras. He intentado ser amable, comportarme correctamente, quizá el único que lo haya hecho en la historia de este instituto, y de nuevo hasta unos simples japoneses se han atrevido a pensar que podían pasar por encima mío, lanzándome con sólo una mirada el peso de los errores de los que únicamente ellos son culpables.

Creo que los que me conocen saben que se han metido de cabeza en un conflicto cuya magnitud de daños no pueden calcular. ¿Quieren jugar a descargar su frustración con el catalán? A partir de ahora todos lanzaremos los dados...Démosles una buena razón para poder llamarnos "demonios extranjeros" con motivo.

Para más INRI, encuentro debajo de la mesa antes de irme una libreta de una chica tailandesa que conozco de la clase D del horario de tardes. En la portada estaba escrito en inglés: "¡Sí, tú! ¡Que no odio Japón, sólo no me gustas tú! ¿Es que no me podéis entender o no queréis?" xDD. Cuando se lo conté a Beni se moría de la risa.

Y dentro de una semana o así me toca exponer. Como voy a divertirme...La espada de R1mocles cuelga sobre la ciudad de Tokyo en cualquier dirección,xD.


Por cierto, atención al pedazo de video del supuesto final de la Champions en 2010 en un montaje con una de las escenas de la película "El Hundimiento". Para morirse de la risa,xD:


¡Hasta pronto!
Raúl

1 comentario:

  1. Abogado Abogado donde stas Abogado? vas a necesitar uno chabal!!!!!!!!!! dice tu hermana que el que es como tu en cualquier sitio sigue siendo el mismo se lo estaban buscando hacia tiempo xD ARSA DEU cuidado no te deporten porque esta gente solo admiten SUMICION

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